Reproducimos a continuación el relato realizado por Nuria, de la Asociación Entrelibros, sobre la experiencia lectora con Madrechillona en un barrio marginal de Granada:

"Uno de los miércoles, decidimos dividir la clase de 4º de Primaria en dos grupos. Un grupo de ocho niños se trasladó a una sala de reuniones en la parte administrativa del colegio. Era un espacio pequeño y acogedor. Nos organizamos en dos grupos de cuatro. Cuatro niños se dispusieron alrededor de una mesa grande y se les invitó a leer u hojear, individual o colectivamente, varios álbumes que ya conocían. Los otros niños y yo formamos un círculo e iniciamos lecturas en voz alta.

Durante unos 15 minutos reinó una concentración muy interesante, nadie interrumpía ni molestaba a los otros, cada uno estaba inmerso en su actividad con interés. Pasado ese tiempo, los que leían por separado empezaron a conversar, a dibujar en sus cuadernos y más tarde a inquietarse.

Un niño llamó mi atención ya que continuaba leyendo ensimismado, ajeno a lo que sucedía a su alrededor, a las provocaciones de sus compañeros. Cuando se les ofrecieron los cuentos, él había escogido sin dudar Madrechillona y con esa lectura proseguía, volviendo al inicio una y otra vez, deteniéndose en cada página.

Madrechillona comienza así: "Esta mañana mi madre me chilló de tal forma que salí volando en pedazos. Mi cabeza voló al Universo. Mi cuerpo cayó al mar...". A lo largo del relato, se da cuenta detallada de la dispersión del cuerpo y de cómo Madrechillona va recogiendo y cosiendo cada parte hasta reconstruirlo. Y acaba: "Perdón, dijo Madrechillona".

Es un libro con una gran fuerza emotiva, que describe lo que casi todos, por desgracia, hemos sentido alguna vez. Recuerdo  perfectamente la reacción de los niños la primera vez que lo leímos con ellos. En las primeras páginas había risas, pues la imagen del pequeño pingüino saltando por los aires remitía a algunas escenas ya estereotipadas de dibujos animados. Conforme avanzaba el relato iban apareciendo caras de seriedad ("Yo quería buscar, pero los ojos estaban en el Universo... quería gritar, pero el pico estaba en las montañas..."). La conversación que suscitó fue trascendente; todos entendían exactamente a qué se refería y habían sentido alguna vez en su propio cuerpo los efectos de las palabras arrojadas con violencia. Una de las niñas, Alba, lo explicaba con cara angustiada, mientras se estrujaba la barriga y decía que cuando su madre la gritaba, sentía una cosa desagradable en esa parte del cuerpo.

Pero volvamos a la sala de reuniones; pretendía intercambiar la actividad de los dos grupos, resultaba difícil pues los niños y niñas estaban ya esperando la hora del recreo con impaciencia. En ese momento, el niño que seguía leyendo Madrechillona se acercó al círculo, se sentó justo a mi lado y, sin mediar palabra, comenzó a leerme el cuento en voz alta muy seriamente. Al finalizar, se produjo un silencio que interrumpió una de las niñas: "Anda, claro, si a ti te echa de casa tu madre todos los días, menos mal que te recoge tu abuela".

Este niño pudo abordar una cuestión tan íntima y dura como la planteada y aunque no pronunció una sola palabra propia habló a través del libro. Cuando escogió ese cuento y no otro, lo hizo desde un recuerdo vago, pero en el que esta cuestión estaba presente. Si no hubiéramos propiciado el contacto directo con los libros, la posibilidad de escoger las lecturas, probablemente no habría vuelto a leerlo.

Pero hay otra cuestión y es que él sabía que allí había un lugar de escucha, que no tenía que levantar la mano y pedir permiso para leer, sencillamente quiso compartir lo que le estaba sucediendo y lo hizo. Las semanas previas habían servido de preparativo. No se trataba de una confesión íntima con un adulto de confianza, sino de saber por lo compartido en las sesiones de lectura que podía decir cualquier cosa. Así se consiguió que su palabra fluyera.

Su maestra, sin duda, se habría sorprendido de la fluidez con que leyó el relato, pues el niño tenía dificultades escolares, pero es que se trataba de él mismo, el interés estaba puesto hasta el final, cosa que frecuentemente está ausente en los textos escolares".